El Moribundo 2 tiene heridas de cuchillo en el vientre (restos de una cacería que Margarita desató sobre la rata durante el mediodía.) Ya sus pies no pueden sostener el peso de su cuerpo, y lo obligan a permanecer en posición de semicuclilla. Agarrado a su cabeza hay un mecanismo que sostiene frente a su cara un espejo.
El Moribundo 3 ahora cuelga desde los pies, atados al árbol, y sus brazos extendidos llevan el mismo peso que en la segunda escena cargaban sus tobillos.
Durante unos segundos prolongados, apenas agradecen la tranquilidad de estar solos, en silencio.
MORIBUNDO 3. ¿Estás vivo?
(Pausa.) No importa. No sé cómo, todavía espero el milagro. Y tú. Y ella. Nadie sabe que la máscara está allí. A salvo. Y él necesita recogerla. En cualquier momento. Hoy.
(Pausa.) En mi lugar pudo estar otro. El antojo de un cigarro en el parque. Y las manos que me atenazaban el cuello. Y este final.
Llega el Ayudante, que ha estado en la casa del Dueño junto a Margarita, firmando los papeles de entrega del nuevo producto.
AYUDANTE. (Al Moribundo 2.) El nuevo tiene la misma voz. La misma voz que casi puedes escuchar cuando lees una noticia suya en el periódico. La misma voz de hace un rato, en los altoparlantes. Y no esperé a ver su rostro, no. Claro, tampoco iba a poder reconocerlo. Detrás de la máscara puede estar cualquiera. Pero sí, las palabras sonaban idénticas. Seguro que esta es otra ilusión.
(Al Moribundo 3.) ¿No escuchas lo que estoy diciendo? Veo tu cuerpo invertido, colgado desde los pies, y las venas de tu cuello a punto de reventar.
(Lee una planilla.) Aquí no dice nada de eso. Según esta planilla, estás colgado, solo colgado de las manos, y, sí, que tienes las axilas rotas por el peso de las piernas. Háblame. No estás muerto, no puede ser.
(Lee.) Dice que estás vivo.
(Al Moribundo 2.) Por ese agujero que tienes en la carne, sobresale una cabeza de rata. ¿Es verdad? Quiere asomarse. Quiere salir. Ha comenzado a chillar. Dime, háblame, tú o tu reflejo, dime si estoy delirando. ¿No me oyen? Que en cualquier momento puede entrar el famoso Sonámbulo, desenmascarado. Quizás venga a salvarlos. A salvarme a mí.
(Pausa.) No, por mí nunca vino. Pedí su llegada tanto como ustedes ahora, cuando ella me amputaba el brazo con la sierra, y nunca vino. Nunca vino, pero me concedió el pacto que tanto recité. Por la noche, fue al cuarto de Margarita, y al día siguiente yo era un hombre libre. No sé. Esa historia seguro fue otro invento de mi imaginación. Lo único real, lo único verdadero, era la felicidad de Margarita esa mañana en que me propuso la libertad a cambio de mi ayuda, incondicional. Nunca supe…
MORIBUNDO 3. ¿De verdad lo viste?
AYUDANTE. Una vez, al otro extremo de la bahía, la máscara nadaba detrás de un bote que comenzó a hacer agua, para salvar a los…
MORIBUNDO 3. Allá adentro. En la casa. Ahora.
AYUDANTE. No sé. Sin el disfraz, no sé. Está golpeado, con la ropa rota, las rodillas en el piso, las manos en la espalda. ¿Alguna vez te pasó por la cabeza que Él podría humillarse a cambio de la libertad? Y la máscara: ¿dónde dejó la máscara?
MORIBUNDO 3. Dime, sólo dime si lo viste.
AYUDANTE. Andaban cerca. El Capturador lo traía a la casa, y Él, el Sonámbulo, de alguna manera, escapó, se le adelantó hasta una planta de radio y transmitió el mensaje. Suena lógico.
MORIBUNDO 3. ¿Cuándo fue? ¿Cuándo fue que lo capturaron?
AYUDANTE. Anoche. Cerca de aquí, del patio. Parece que el Capturador hizo su mejor trabajo.
MORIBUNDO 3. (Al Moribundo 2.) ¿Escuchaste? No necesito verte. Sé lo que estás pensando.
AYUDANTE. No digas nada de esto. Fue un sueño. Lo que te conté fue mi último delirio. Creo que ni ella ni el Dueño lo saben. Esto debe quedar entre nosotros.
MORIBUNDO 3. Falta poco.
Llega Margarita, tirando al Moribundo 4 por un brazo.
El Moribundo 4 tiene las manos, atadas, en la espalda.
MARGARITA. Este es el lugar. El último lugar que pisarán tus pies.
(Al Ayudante.) Trae dos clavos. Que sean los más largos y gruesos, los más corroídos, los menos afilados. Y un martillo.
El Ayudante obedece.
MARGARITA. (Al Ayudante.) Ven, voy a compartir mi tesoro contigo, por un segundo.
(Al Moribundo 4.) No te muevas. Es poco lo que vamos a hacer con estos clavos.
Margarita sostiene el cuerpo del Moribundo 4.
MARGARITA. (Al Ayudante.) En un espacio blando del pie, entre los cartílagos, coloca la punta redonda del primer clavo. Y golpéalo, sin prisa, hasta que no se pueda más. No lo pienses mucho. Hazlo.
Pausa.
MARGARITA. ¿Qué pasa? ¿Por qué se te cae el martillo de las manos? Es carne. Sólo carne, y un poco de sangre, y de huesos. Dale. Golpea el clavo. Él quiere que lo hagas.
Pausa.
MARGARITA. Este puede ser el último de tu lista. Tu oportunidad para no volver a verme. ¿Qué estás esperando?
El Ayudante golpea el clavo sobre el pie del Moribundo 4.
MARGARITA. Ahora, el otro pie, bien firme en la tierra.
El Ayudante obedece.
Margarita se aleja unos pasos del Moribundo 4.
MARGARITA. Ya está bien, por ahora. ¿Te dolió? No respondas ni con la cabeza, ni con gemidos, o con esos músculos contraídos del abdomen y del cuello. Palabras claras: ¿te dolió?
MORIBUNDO 4. Dolió, sí: dolió.
MARGARITA. ¿Por qué nos dejaste hacerlo? ¿Es lo mejor? ¿Es lo que decidiste, o lo único que puedes hacer: nada?
(Piensa: Este trabajo lo llevaría a casa, a mi patio. Tengo miedo.) No sé por dónde empezar. No, no creas que tengo miedo. Estoy emocionada.
(Al Ayudante.) ¿No?
(Al Moribundo 4.) Ahora todo cambia. Ahora no es la masacre porque sí. Ahora tengo motivos.
Pausa.
MARGARITA. Dime, ¿qué piensas hacer?
MORIBUNDO 4. (Conteniendo el llanto.) Por favor, suéltame. Déjame ir. Suéltame.
AYUDANTE. Es la misma voz.
MARGARITA. (Al Ayudante.) Es Él. Me lo dijo hace un rato. No me conformé con la sospecha y le pregunté.
MORIBUNDO 4. Mírenme. Tengo los brazos y las piernas inmovilizadas. ¿A dónde puedo ir? ¿Qué quieren que haga? Ya no me sigan mirando. No puedo escapar, no puedo volar. No puedo...
MORIBUNDO 3. (Al Moribundo 2, en voz baja.) Dile que su máscara está allí.
MARGARITA. (Al Ayudante.) El Dueño no puede saber.
MORIBUNDO 4. Estoy perdiendo el equilibrio. Se me doblan las piernas. Ayúdenme.
MARGARITA. No te vas a caer. Esto es una prueba, y ya el resultado lo conocemos de antemano: no te vas a caer. Estoy dispuesta a todo. (Pausa.) Seguramente no me recuerdas. ¿Me recuerdas? No. Y has venido, sin una solución en las manos. Una soga era lo que traías, en lugar de la solución.
MORIBUNDO 4. Yo no quise venir.
MARGARITA. ¿Qué pierdo? Voy a arriesgarme.
(Pausa.) Tu truco es ese: que en el momento oportuno se te olviden los trucos, ¿verdad? Pero no vas a caerte. De alguna manera, vas a lograr mantener el peso del cuerpo sobre los pies, y no caerte.
MORIBUNDO 3. (Al Ayudante.) La máscara. La máscara está allí.
AYUDANTE. ¿Cómo?
MORIBUNDO 3. Su máscara. Está allí.
AYUDANTE. ¿Dónde?
MARGARITA. (Al Ayudante.) Espera.
(Al Moribundo 4.) Caperucita ha escondido tu máscara. Caperucita pagará. Me contará como lo hizo, y cada palabra será un golpe en su espalda podrida. Mira. Míralo: la infección debe llegarle a los pulmones, y al corazón. Asqueroso, ¿no? Responde una pregunta, sólo una, por ahora, y mi ayudante no tendrá que salpicarse la ropa con el pus del encapuchado. ¿Dónde está tu máscara? ¿Dónde? ¿En qué lugar de este patio?
El Ayudante, con un palo en la mano, se ha colocado detrás del Moribundo 3.
MORIBUNDO 4. No sé cómo, no sé. Detrás de aquella enredadera.
Margarita camina al arbusto. Busca, y levanta la máscara.
Regresa.
MARGARITA. (Al Ayudante.) Solo un latigazo, fuerte.
(El Ayudante obedece.) Ahora déjalo. Deja que agonice.
Pausa.
MARGARITA. Necesitas la máscara. Necesitas esconderte, cubrir esas expresiones de miedo y de dolor, para ser diferente a nosotros. No, no es solo eso. Dime tú: ¿la máscara hace la diferencia? No. Espérate. No me digas. Va a ser perfecto. Voy a partirte los dedos, uno a uno, para lograr que me respondas.
AYUDANTE. Puedo hacerlo yo.
MORIBUNDO 4. No, por favor. No soporto el dolor.
MARGARITA. Ven. Dóblalos con fuerza, hasta que sientas la articulación gelatinosa.
(Pausa.) Comenzamos. Puedes comenzar. Responde: ¿por qué necesitas la máscara? Espera. Esa es una pregunta de reportera radial. Mejor, dime: si ahora estuviera colocada en tu rostro, y no en mis manos, ¿algo sería distinto? Dijiste que faltaba poco.
MORIBUNDO 4. No recuerdo.
MARGARITA. Dijiste que a todos nos faltaba poco, muy poco, en este lugar. Ellos dos están muriendo y él tiembla de puro miedo cuando sueña que es libre. Han esperado por ti desde entonces, desde antes. Y míralos. Lucen defraudados. ¿Cómo puedes permitirlo? Les debes la respuesta, una que explique por qué no despegas las piernas del suelo, por qué te conformas con ser otro cuerpo en el patio, y por qué gimes, más que ninguno, como si realmente fueras vulnerable al dolor.
MORIBUNDO 4. Tengo quince máscaras idénticas. Me la pongo para que mi cara no salga todos los días en los periódicos.
AYUDANTE. ¿Qué hago?
MARGARITA. (Rompiendo la máscara.) Pedazos inútiles de yeso. Tierra blanca y tierra. ¿Ves? Desapareció. Nunca existió una máscara en este patio.
(Al Ayudante.) No toques sus manos. Déjalo. Vete, si quieres.
El Ayudante no se va.
MARGARITA. (Al Moribundo 4.) Olvida las amenazas. Puedo desatar los nudos de tus muñecas, y, con mucho cuidado, quitar los clavos de tus pies. Puedo dejarte libre y curarte. Y prometerte que nadie sabrá lo que pasó hoy: que has estado aquí, sin la máscara. Sobre tu identidad permanecerá el misterio. Sobre tu llanto.
Pausa.
MARGARITA. Pero antes, cumple la profecía. La de los altoparlantes.
Pausa.
MORIBUNDO 4. Nunca olvido los detalles.
(Pausa.) Recuerdo haberlos visto, a cada uno, a cada uno de ustedes, y todo lo que sucedió. Todo.
(Pausa.) Recuerdo que anoche corrí, huyendo, por este patio. Y que hoy llegué a un cuarto, apreté dos botones y le hablé a un micrófono.
(Pausa.) No se me olvida nada, y…
MORIBUNDO 3. Agua.
(Pausa.) Un poco de agua.
(Pausa.) Dame un poco de agua.
Pausa.
MARGARITA. Él está muriendo.
Pausa.
MARGARITA. Ayúdalo. En la casa del Dueño hay agua fría, caliente, tibia. Puedes entrar por la ventana de la terraza, y bajar las escaleras a la cocina. Ni él ni yo te vamos a detener.
El Moribundo 4 se esfuerza por liberar los pies.
MARGARITA. Está muriéndose.
MORIBUNDO 4. No se me rompen los pies. Él puede morirse. Yo no tengo la fuerza necesaria. Si me sueltas, le traigo agua. Un tanque de agua para que se bañe y se quite la sed.
AYUDANTE. Se acabaron las oportunidades. Esperamos el tiempo suficiente, y ya, falta poco para la hora de salida.
MARGARITA. (Al Ayudante.) Dame la navaja que está en la mesa.
(Al Moribundo 4.) No sé por qué lo quieres de esta forma. No tengo opciones, porque no pienso dejarte solo. Y te han sobrado los minutos.
AYUDANTE. Ahora, hoy, mañana, da igual.
MARGARITA. Me has puesto dentro de una pequeña esfera, de un cristal delgadísimo que eres tú, sin más opciones que romperte para escapar. El mito se hará trizas. Tengo que convencerme de que eres tan inútil, con los pies y las manos atadas, como tu máscara. Y no me importa tu vida. Me preocupo más por los sueños vacíos que voy a tener cuando me despierte por la madrugada.
(Al Ayudante.) La navaja.
AYUDANTE. Voy a hacerlo yo.
MARGARITA. En el vientre, un corte limpio, vertical y profundo, hasta las vísceras.
El Ayudante se decide.
Corta el vientre del Moribundo 4.
MARGARITA. (Al Ayudante.) Un poco más abajo.
(Pausa.) Ven, ahora, corta aquí adentro.
Margarita y el Ayudante, sin titubear, extraen del cuerpo del Moribundo 4 la parte más baja del intestino delgado. Poco a poco, lo estiran, sacan completamente el sistema digestivo, hasta que, ya, el Moribundo 4 ha muerto.
Silencio prolongado.
MARGARITA. (Al Ayudante.) No lo pensaste dos veces.
AYUDANTE. Yo terminé mi trabajo.
El Ayudante recoge algunas pertenencias.
MARGARITA. ¿Piensas decir algo allá afuera sobre lo que pasó, sobre Él?
(Pausa.) Estoy confundida, y van a pasar algunos días...
AYUDANTE. Van a pasar algunos días para que se me olvide este sueño del todo. Y después, unas letras grises en la oscuridad. Me voy.
El Ayudante espera unos segundos.
Se va.
MARGARITA. (Al Moribundo 3.) Mañana es día de cobro, y acabaremos contigo, ¿verdad? Responde. ¿No me estás escuchando?
Margarita desiste, ante la inmovilidad del Moribundo 3.
Se va.
Regresa.
Da pasos indecisos en el patio.
Recoge, detrás del arbusto, el papel con el teléfono de la mujer que la acompañó en la mañana.
Se va.
FinD